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Una doctora cubana, quien fue parte de la brigada médica en Venezuela y desertó hace más de un año, ha contactado de forma anónima a la redacción de Reporte Cuba Ya. Su valiente testimonio arroja luz sobre la trágica muerte de su colega, Lisbania Cedeño González, de 32 años, confirmando que la joven profesional se quitó la vida como consecuencia de la presión y el maltrato sistemático que se vive dentro de la misión. «Se suicidó», afirmó de manera contundente a nuestro medio.

Lisbania Cedeño González

La fuente, cuya identidad protegemos por su seguridad, describió la situación como «otra verdad oculta trás lá misión médica cubana en Venezuela». Su testimonio conecta directamente las deplorables condiciones laborales y psicológicas con la drástica decisión que muchos, como ella, se ven forzados a tomar. «Por eso es que muchos de nosotros decidimos desertar», confesó, revelando que la historia de Lisbania no es un caso aislado, sino el resultado extremo de un sistema opresivo. Su único objetivo al contactarnos, aseguró, es que «se difunda lá notícia para que se termine con tantas injusticias en lá misión».

A través de su denuncia, nos facilitó fotografías de la doctora Cedeño, poniendo rostro a una tragedia que las autoridades cubanas intentan silenciar. Lisbania, originaria de Bayamo, se encontraba en el CDI Juan Pablo Rojas, en Maturín, y según reportes de otros colegas, sufría de un cuadro febril y de vómitos para el que recibió una atención médica precaria, además de habérsele negado su solicitud de regresar a Cuba pese a haber cumplido su tiempo reglamentario.

Las denuncias por abuso de poder y maltrato, que señalan directamente a jefes de la misión como el doctor Luis Dorado Sainz, cobran mayor fuerza con este nuevo testimonio. El ambiente de control, amenazas y explotación económica —con salarios irrisorios de unos 80 dólares mensuales— crea un caldo de cultivo para la desesperación. La deserción, como confirma nuestra fuente, se convierte para muchos en la única vía de escape a un sistema que organizaciones internacionales han calificado como «trabajo forzoso».

Mientras el Ministerio de Salud Pública de Cuba y los responsables de la misión en Venezuela mantienen un hermético silencio, la voz de quienes lo vivieron desde adentro rompe el cerco informativo. La muerte de Lisbania Cedeño González no es solo una estadística, sino el rostro visible de las miles de «injusticias» que se cometen a diario en nombre de una solidaridad que, para muchos, se ha convertido en una condena.


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Abrimos el debate:

  • ¿Qué responsabilidad directa tiene el Estado cubano en el deterioro de la salud mental de los profesionales que envía al extranjero?
  • Frente a testimonios como este, ¿puede seguirse hablando de «voluntariado» o se trata de una forma de explotación moderna?
  • ¿Qué acciones concretas se podrían tomar para que la historia de Lisbania no se repita?

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