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La Habana – La sensación de inseguridad que viven los cubanos ha alcanzado un nuevo pico de tensión en Ciego de Ávila, tras confirmarse la fuga de dos reclusos de alta peligrosidad de la prisión provincial el pasado 24 de agosto de 2025. El hecho, que involucra a dos individuos con un largo historial de violencia y condenas por asesinato, vuelve a poner sobre la mesa la fragilidad de las instituciones encargadas de garantizar el orden y la protección ciudadana en la isla.

Los evadidos han sido identificados como Ángel Luis Torres Santana y Idalberto Pérez Olivera. El primero, con número de identidad 71020826722, es un multirreincidente que cumplía una condena acumulada de 28 años por los delitos de Asesinato, Amenaza, Desacato y una Evasión de Preso anterior. Su sentencia se extendía hasta el año 2037. Las autoridades lo vinculan a zonas de La Habana Vieja, aunque no se le reconoce un domicilio fijo, lo que podría complicar su localización.

El segundo prófugo es Idalberto Pérez Olivera, conocido por el alias de “Basurita”, con carné de identidad 88101422189. Pérez Olivera fue condenado a 16 años y medio de cárcel por Asesinato, Robo con Fuerza, Lesiones y Tenencia de Arma de Fuego. Su liberación estaba prevista para julio de 2035 y su última residencia conocida se ubica en el Batey Grúa Nueva, en el municipio avileño de Primero de Enero. La peligrosidad de ambos sujetos ha generado una justificada alarma entre la población.

Mientras el Ministerio del Interior ha difundido los números de teléfono 33-273111, 33-273112, 33-273113 y 33-273037 para que la ciudadanía ofrezca información, la fuga en sí misma destapa serias interrogantes sobre la seguridad, la corrupción y la competencia dentro del sistema carcelario cubano. Este evento no es un hecho aislado, sino que se suma a la creciente ola de delincuencia, asaltos y crímenes violentos que la prensa oficial intenta minimizar, pero que los ciudadanos sufren a diario en todo el país.

La evasión de convictos sentenciados por crímenes tan graves no solo representa un peligro inminente para la sociedad, sino que también erosiona la poca confianza que queda en las autoridades. Este incidente deja al descubierto que ni siquiera tras los muros de una prisión se puede contener el caos que impera en la nación, dejando a los cubanos a merced de su propia suerte y obligándolos a tomar precauciones extremas en su vida cotidiana.


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Dejamos estas preguntas para abrir el debate:

  • ¿Cómo es posible que reclusos con este historial y una fuga previa en uno de los casos logren evadirse de una prisión provincial?
  • ¿Refleja esta fuga la situación real de control y disciplina dentro del sistema carcelario en la isla?
  • Más allá de la alerta, ¿qué acciones concretas y transparentes deberían tomar las autoridades para recapturar a estos individuos y prevenir futuros incidentes?

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