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Redacción Reporte Cuba Ya

El sacerdote católico Alberto Reyes Pías, una de las voces más lúcidas y críticas dentro de la Iglesia en la isla, ha publicado una nueva entrega de su sección «He estado pensando…!», en la que disecciona con agudeza uno de los pilares sobre los que, según él, se construyó y se sostiene el sistema político cubano: la desfachatez. Para el párroco de la Arquidiócesis de Camagüey, esta actitud de audacia sin límites fue el arma de seducción con la que Fidel Castro no solo conquistó a una mujer, sino que logró atrapar a toda una nación.

Citando a la propia hija de Castro, Alina Fernández, quien describió el «encanto de la desfachatez» de su padre, el Padre Reyes explica cómo esta cualidad, que puede parecer fuerza y determinación en un primer momento, fue utilizada para enmascarar la mayor de las traiciones. «Prometió libertad mientras preparaba cadenas, habló de democracia mientras gestaba una dictadura, rechazó el comunismo de palabra mientras lo implantaba en los hechos. Y lo hizo sin esconderse, con descaro, mirando de frente a la gente a la que engañaba», escribe el sacerdote.

En su análisis, el clérigo repasa el inventario de promesas que ilusionaron al pueblo cubano para luego ser traicionadas sistemáticamente por la realidad impuesta. La reforma agraria que prometía tierras a los campesinos culminó con la nacionalización casi total de la economía. Los discursos de prosperidad y desarrollo se ahogaron en una deuda externa creciente y una dependencia económica crónica. Las viviendas dignas que se ofrecieron dieron paso a una miseria habitacional que se ha multiplicado con el paso de las décadas, convirtiendo las ciudades en ruinas.

El Padre Reyes no se detiene en las mentiras económicas y políticas, sino que señala directamente los crímenes cometidos bajo el amparo de esa misma desfachatez. Recuerda tragedias que han marcado profundamente a la sociedad cubana y al exilio, como el hundimiento del río Canímar, la masacre del remolcador «13 de Marzo» en 1994, donde murieron 41 personas intentando huir de la isla, y el derribo de las avionetas de la organización «Hermanos al Rescate» en 1996, actos que evidenciaron el desprecio del régimen por la vida humana.

Lo más grave, argumenta el religioso, es que esta forma de actuar dejó de ser un simple rasgo de carácter de un líder para convertirse en una «institucionalización de la desfachatez como norma de gobierno». Este modo de operar, basado en el cinismo y la manipulación, se incrustó en la raíz del sistema y se transformó en la cultura de poder que aún hoy padecen los cubanos. La herencia más amarga, concluye Reyes, no es solo el recuerdo de un gobernante sin escrúpulos, sino el daño estructural que su método dejó en el alma de la nación.

El reto que plantea el sacerdote es, por tanto, doble: no se trata únicamente de recordar la historia de un engaño, sino de sanar a una sociedad cuyas bases morales fueron corrompidas. «Porque solo cuando las raíces de Cuba vuelvan a nutrirse de verdad y de justicia, será posible romper con el mito y recuperar la dignidad perdida», finaliza su contundente reflexión.


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  • ¿Considera usted que la «desfachatez» sigue siendo el método principal del gobierno cubano para relacionarse con el pueblo?
  • ¿De qué manera los ciudadanos pueden combatir esta «cultura de poder» que denuncia el Padre Reyes?
  • ¿Es posible sanar el daño estructural que ha dejado más de seis décadas de este sistema en la sociedad cubana?

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